sábado, 26 de febrero de 2011

En el cementerio de La Albuera

...habitación íntima del campo,
recóndita almohada de silencio...
Jesús Delgado Valhondo

Rasga un metal el rastro de tu muerte
que se oculta en silencio
sobre este luminoso cementerio.
Cada golpe de tierra y de cemento
como la fuente tierna de sus lágrimas
va levantando un muro hacia el olvido.
La tapia diminuta va creciendo
sin remedio y sin pausa
como el soplo de vida que se ha ido
entre flores de llanto y entretanto
al terminar su ingrata
labor son estas manos
extrañas que colocan torpemente
la inicial de tu nombre las que encienden
la vida de tu voz y tus palabras.
Lo miras con los ojos
del alma y son las blancas,
las compañeras lápidas que encienden
este nicho de brumas y esperanza,
las que alumbran un cauce que descubre
saber que no hay dolor, solo tristeza.
La virtud de un hermano, sus pequeños
y añorados defectos,
y ese tiempo que ya no es solo tuyo,
todo se vuelve limpio y decisivo
y algo se queda allí, algo aparece
tendido en su almohada de silencio,
algo queda de ti que ha preferido
compartir junto a él
la senda del regreso.