domingo, 12 de junio de 2011

Panorama interior: Lectura y presencia de Claude Couffon

El mes de Junio tiende a ser generoso. Recuerdo los viejos y enfermos castaños del Parque Rosalía de Castro, cuando vivíamos en Lugo, que solían anunciarnos el comienzo del verano cuando la brisa tibia acariciaba la lenta espesura de sus copas como si fueran la piel de un animal dormido. Lo afrontaba desde la ventana del cuarto de los niños como un mensaje llegado del Sur que tanto añoraba. Parecía que el año finalmente se rindiera hacía un ritmo más adecuado y sereno y por tanto más lúcido para la lectura, para el trabajo y casi cualquier ocupación. Hace solo un par de días, Antonio Carvajal interrumpe mi áspera labor y tiene la gentileza de rescatarme para tomar un café en los veladores de Plaza Nueva y allí me presenta al gran hispanista francés Claude Couffon. Su presencia me produjo el mismo efecto de agradecido sosiego que aquellas manos de junio sobre los altos árboles de mis ventanas.
Tras la agradable conversación que sostuvimos, quiso acompañarnos en la lectura que realizé, invitado por la Cátedra García Lorca de la Universidad de Granada, en el pequeño teatro de los jardines de la Fundación Rodríguez Acosta con la presentación de mi admirado José Chamizo. 
La primeras visitas de Couffon a Granada deben coincidir con el final de la Segunda Guerra Mundial hasta que apareciera aquel primer artículo en 1951 y en las páginas de Le Figaro Littéraire que terminó por completarse con otros textos dando lugar a un libro imprescindible para conocer los pormenores del crimen de Federico García Lorca. El libro fue publicado en español por la Editorial Losada de Buenos Aires en 1967. Pocas ciudades producen la impresión de aislamiento del mundo, de la soledad del hombre como Granada, así comenzaba -al parecer- aquel libro que tanto añoramos sin haberlo tenido nunca entre las manos.
Entre los merecidos homenajes tributados a Claude Couffon hay uno, quizá el más importante, que aún nos falta y es que resulta urgente la reedición ampliada de aquel trabajo histórico para conocer el primer testimonio, el más próximo a la tragedia, quizá el más lúcido y certero y para conocer su propia peripecia vital, su audacia y valentía para levantar la memoria del gran poeta de Fuente Vaqueros cuando aún ardían las calles de temor y silencio.

Fotografía: M Zarza